viernes, 27 de septiembre de 2013

Carrera

Javier tomó un sorbo de agua y siguió trotando. Ya había aminorado la velocidad conforme el asma ganaba terreno. En una mano el inhalador y en la otra una botella con agua. Era increíble que él se animara a correr la maratón. En realidad no era maratón, porque sólo era de diez kilómetros, pensaba. Y de pronto recordó que Lucy nunca le había creído cuando él intentaba hacer deporte. Aunque quizás ella le decía palabras negativas para que él le diera la contra. O quizás no, así era ella, y no creía en él. Igual, ella ya era parte de su pasado aunque aún la veía todos los días.
Llegó a un punto del recorrido en que le tendieron otra botella. Deseó estar recostado en su cama con la música de Akira Kosemura. Qué delicia...recordó el piano en su cabeza y se transportó a aquella noche de concierto de sinfónica en la que él se propuso a Lucy. Ella dijo que no. Así de simple. Luego esperaron sentados en silencio a que acabare el concierto. Tropezó con una piedra y cayó de bruces. Quedó pegado al pavimento. Faltaban cien metros para la meta. El calor que emitía el asfalto era agradable. Decidió levantarse pero el cuerpo había adquirido mayor gravedad. La gente pasaba por su costado sin mirarlo. De pronto, alguien le lamió el rostro. Un pastor alemán le empujaba con el hocico y empezaba a ladrarle.

- Adiós -se despidió ella.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

'Manhattan' y yo



'Manhattan' es una película que quería ver desde el año 2011, después de sorprenderme gratamente con 'Annie Hall'.

El primer intento fue cuando descargué pacientemente la película (quizá del desaparecido megaupload) dividida en ocho partes (cada una con un peso de 100mb). Total, uno encuentra cierto placer al ver una película que le ha tomado tiempo y “esfuerzo” conseguir. Sin embargo, cuando ya había animado a mi enamorada para ver Manhattan, y ya habíamos preparado canchita pop corn, al momento de descomprimir la película la parte 8 tenía un error. ¡Mierda!


El segundo intento fue dos años después. Dense cuenta del interés intermitente en la película (en realidad me rehusaba a verla online y volver a descargarla me daba pereza). Hasta que me enteré que en el Centro Cultural Ricardo Palma, todos los lunes del mes de setiembre, proyectarían películas de Woody Allen. Así que el lunes pasado, salí resuelto a ver Manhattan. Esta vez sí, me dije. La función estaba programada para las 7:30pm, así que saliendo a las 6:00 pm del trabajo estaba seguro que llegaría a tiempo, y en efecto, llegué a las 7:10 pm. Al llegar, las puertas del Centro Cultural permanecían cerradas, y una cola de diez personas esperaban fuera. Le pregunté a una chica de ojos bonitos y cabello corto si ella era la última de la fila, pero me indicó que el último era un chico de pelo largo castaño y barbudo. Éste leía atentamente una novela, y al parecer esperaba a una chica porque cuando aumentó la gente en la cola, se salió de su sitio y se situó al final. No pude saber qué novela leía (siempre me da esa curiosidad). Al rato la puerta de vidrio se abrió y la gente empezó a entrar lentamente, y al rato salía, confundida, y se quedaban en la puerta aglutinados. Cuando llegué al nivel de la puerta los de seguridad ya se habían retirado y nadie daba razón. Al final, un muchacho de capucha roja fue a buscar al encargado en busca de razones y salió malhumorado con la noticia de que ¡la sala se ha llenado a las 6:30pm! y ¡la película inició a las 7:10pm! Maldita sea pensaron todos, hagamos un plantón decían unos, tomemos la sala decía otra. La teoría colectiva fue que los de la función de las 5:30pm se habían quedado a esperar la siguiente función. ¡Desgraciados!
Esperé 10 minutos no sé esperando qué, y me retiré del lugar. Otro intento fallido. Al menos me quejé por twitter con la Municipalidad de Miraflores (iluso yo).

Y en eso pensaba ayer por la noche, después de trabajar en mis oxidadas ideas de tesis, cuando decidí al fin verla en cuevana (¡qué chucha!). Cómo disfruté ver solito en la oscuridad de mi cuarto una película en blanco y negro. 
Woody Allen nos quiere  hacer creer que para conquistar mujeres sólo basta intelecto y buen humor. Lo físico está sobrevalorado. Supongo que es fácil aferrarse a esa idea si se te está cayendo el cabello. Sin embargo, debe ser cierto.
Manhattan: personajes que se inventan problemas cotidianos para no enfrentarse a las dudas existenciales de la vida y el universo.
Woody Allen siempre es Woody Allen.